¿Qué tuvo San Martín?

Los datos sobre la salud de los próceres provienen de los testimonios, cartas y biografías iluminadas por el conocimiento científico actual.

El caso más notable y más estudiado en el país es el de José de San Martín. Todo indica que se trató de un hombre muy enfermo y que la imagen que lo representa cruzando a duras penas la cordillera de los Andes en una camilla improvisada, es una imagen real. Así lo afirmó el coronel José Raúl Buroni, profesor consulto de la UBA y académico de número de la Academia Sanmartiniana. “San Martín fue un hombre muy enfermo. Durante su época de actividad militar sufrió por lo menos tres patologías importantes: una afección úlcero-péptica que le ocasionaba intensos dolores y que le produjo más de una hemorragia digestiva. Asma. Al parecer San Martín era asmático. Hay registros de que necesitaba dormir sentado a causa de la disnea. Padeció, además, lo que llamaban reumatismo. Aunque no queda muy claro a qué se referían con reumatismo, según Mitre fue algo que lo afectó durante la batalla de Chacabuco”, agregó José Raúl Buroni. Más tarde, y ya viviendo en Europa, tuvo una fluxión ocular, probablemente una uveítis anterior. Esa fue la causa de las cataratas de la última etapa de su vida.

“Por su problema gástrico, ulceroso, tomaba láudano y opio. No había otra cosa contra la acidez en la época. (Se dice que la batalla de Waterloo se perdió por algo similar). Imagínese que entonces no se sabía bien ni qué era la gastritis”, agrega, por su parte, Federico Pérgola, profesor consulto adjunto de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, miembro de la Academia Argentina de Historia y director de la revista Médicos y medicinas en la historia. Para él, son enfermedades que pueden cambiar hasta el carácter de una persona. Además agrega otro dato: “las hemorroides no lo dejaban cabalgar. Hay que imaginarse las dificultades higiénicas que implicaban en esa época estar en campaña. Sin papel higiénico ni bidet”. Para San Martín debió haber sido un fastidio.

Buroni, en cambio, no cree que estas circunstancias hayan podido modificar las férreas ideas sanmartinianas. “No conocemos que haya debido cambiar sus planes de batalla a causa de sus padecimientos. Siempre el militar se impuso por sobre el “hombre”.

Las enfermedades no eran lo único que empeoraba su salud, también estaban los tratamientos. Los que se aplicaban para enfrentar tales síntomas y permanecer atento a la guerra y a la política hoy serían pura iatrogenia. Si después de dos siglos, y con mayores conocimientos médicos, las drogas producen a veces importantes efectos secundarios, hay que imaginar cómo era la situación dos décadas posteriores a la Revolución Francesa. “Durante su estadía en Mendoza, mientras organizaba el Ejército de los Andes, su médico personal, Juan Isidro Zapata lo inició en el consumo de opio para calmar los intensos dolores que le producía la enfermedad úlcero-péptica. Este tratamiento le fue dado aproximadamente en el año 1815/1816, cuando todavía no se conocía la existencia de la úlcera gastroduodenal, pues recién Cruveilhier la describió en 1830”, añade Buroni. Los tratados de medicina de la época describían una afección que llamaban calambre de estómago (sólo mencionaban el síntoma) e indicaban tratarla con opio. De tal modo que el médico realizó correctamente tanto el diagnóstico como el tratamiento, pero siempre de acuerdo a los usos de la época.